martes, 29 de septiembre de 2009

Ya no es 28

No, ya ha pasado el día. Aunque no me sorprende no poder haber hecho la entrada, mi continúa guerra con la tecnología me la ha vuelto a jugar y ahora no me deja subir fotos al blog. Mi portátil también me odio y el de mesa lo está arreglando. Entonces es cuando intento conectarme a internet con el móvil y se me queda colgado para toda la semana, seguro. Así que lo dejo. Hoy no hay fotos, ale!



En uno de sus sueños lo vio claro, muy claro.
Abrió los ojos lentamente, sus párpados pelearon con la luz del sol que conseguía colarse por la ventana. No serían más de las once, eso seguro, pero había suficiente brillo como para cegarla momentáneamente. Se desperezó con delicadeza y volvió la cabeza hacia él. Suspiró. Dormía plácidamente con el rostro medio vuelto hacia ella, una pierna estirada pero la otra semiflexionada, la mano derecha resbalaba ligeramente por el borde del colchón, la izquierda desaparecía bajo la almohada. Las sábanas, de un tenúe color ocre, le tapaban sollo hasta la cintura. En su espalda se dibujaban perezosas las sombras del móvil colgante que habían comprado, los dos juntos, el verano anterior en Malta. Se le iluminó el rostro con una enorme sonrisa al recordar el viaje, se volvió hacia la mesilla y vio la foto enmarcada en el cuadro de estrellas marinas, ellos y la puesta de sol, en la foto eran apenas sombras pero eran ellos. Sin borrar la sonrisa saltó de la cama, rápido pero con cuidado para no despertarle, metió los pies en las mullidas zapatillas blancas y voló hasta la cocina. No sabía cocinar, él cocinaba, ella daba ideas, ambos hacían la compra, eran un tándem perfecto. Decidió no innovar, sabía que podía acabar en desastre. Sabía preparar chocolate, su hermano le había enseñado, en el punto justo, la mezcla perfecta entre el cacao y el azúcar, más de lo primero, apenas nada de lo segundo, y remover con brío. Ese era el truco. Se quemó las llemas de los dedos al sacar las tostadas, y luego se lamió los dedos magullados recordando lo torpe que era. Rió por lo bajo, se divertía mucho. Lo puso todo en una bandeja, la más bonita para ella, y lo llevó de vuelta al dormitorio. Se dio cuenta de que era algo pobre y se mordió el labio. Pero sabía que a él le encantaría, que él lo valoraría. La conocía. Dejó la bandeja en la mesa grande del dormitorio y se sento a los pies de la cama a esperar. Le había le hecho el desayuno, le estaba esperando, ella sonreía, tenía que ser él.








Por muchos 28 más!

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